miércoles, 2 de mayo de 2012


LA CUESTIÓN SOCIAL A FINALES DEL REINADO ISABELINO


Introducción.
            Durante el periodo isabelino asistimos a un empeoramiento en las condiciones de vida de las clases más pobres, cuyo número aumentará en contraposición a la burguesía. Este hecho preocupará a las élites por el riesgo de tensión y revueltas, así como por la necesidad de una “mano de obra” en buenas condiciones para el desarrollo del país y por ende de  sus propios recursos económicos.

Causas y actuaciones frente al problema.
            Una de las razones este incremento de la pobreza se deberá a las desamortizaciones de Mendizábal y Madoz, que habrían perjudicado a parte del sector agrícola abocado a marchar a las capitales en busca de trabajo, y este importante movimiento de personas provocarán acumulaciones de gentes sin trabajo proclives a ser utilizados por agitadores y revolucionarios. Además, “al estar poco desarrollado el sistema precapitalista del putting-out, el campesino no tiene otra salida que mendigar, enrolarse en el ejército o emigrar a la ciudad, principalmente a la capital de la provincia o el estado, donde la sopa boba conventual, el servicio doméstico o el comercio ambulante a pequeña escala, abría nuevas posibilidades de supervivencia. Durante los setenta primeros años del XIX el proceso se intensifica[1]”. El campo envía una enorme cantidad de mano de obra a la ciudad que la industria española no es capaz de absorber, creándose capas marginales cuyas necesidades básicas no van a estar cubiertas y son caldo de cultivo de tensiones y rebeliones. El poder tratará de evitarlo, ya sea mediante la represión u otras medidas que hoy día calificaríamos de sociales; así, la burguesía se hará cargo de la función caritativa que hasta el momento había tenido en sus manos la Iglesia durante el Antiguo Régimen, no sólo por buenos sentimientos cristianos, sino también como una forma de mantener el statu quo, dando un mínimo para que las clases populares se mantuviesen sosegadas y no se planteasen la lucha contra un sistema que les perjudicaba.
La alimentación: la odisea de comer todos los días.
            Asistimos durante el siglo XIX, pero especialmente en los años finales del reinado de Isabel II, a una etapa de hambruna que se extiende por toda Europa. Ya no estamos en el Antiguo Régimen y las crisis demográficas son menos frecuentes, pero eso no impide que se dé una alta mortalidad y que se den crisis de subsistencia (con menor intensidad que durante la Edad Moderna eso sí), siendo terribles los años en que coinciden una mala cosecha con la aparición de alguna epidemia[2].
            Las condiciones laborales no permitían mucho más que la mera subsistencia y a veces ni eso; los sueldos eran bajos, el trabajo duro y penoso, y la familia demasiado numerosa para poder mantenerla en buenas condiciones, haciéndose necesaria la participación en el mercado laboral tanto de la mujer como de los hijos, no obstante, lo cual no garantizaba obtener los recursos mínimos. Una madre desnutrida no puede criar bien a su hijo recién nacido, y si no tiene para ella, menos para una boca más que alimentar, es por ello que muchas madres se ven avocadas a dejar a sus hijos como expósitos en la inclusa pensando que allí tendrán más posibilidades de sobrevivir.
            A mediados de siglo un jornalero que consiga trabajar diariamente conseguirá un máximo de 120 reales (no siendo frecuente), aunque lo normal será que obtenga entre 80 – 90 reales al mes, dinero que tendrá que dedicar al alquiler y alimentación no dando para más, y a veces ni para eso. El kilo diario de pan de la calidad más baja supone un gasto mensual entre 38 y 45 reales en condiciones normales; en épocas de carestía por crisis de subsistencia éste aumenta hasta 60 – 90 reales al mes, lo que hace imposible su consumo diario por parte del trabajador y su familia. El pan es la base alimenticia de la clase trabajadora, que mantiene una dieta pobre en proteínas que apenas permite reproducir la fuerza de trabajo[3].
            Como respuesta a este problema la burguesía va emplear varios mecanismos, por una parte mediante la intervención de los Ayuntamientos en la vida económica cuando los efectos de una crisis son tales que amenazan la estabilidad del orden social. Actuación que se plasmará en la contratación temporal de jornaleros y la realización de obras públicas, o dependiendo de la situación, mediante la represión, como en las primeras huelgas masivas en Madrid de los jornaleros municipales en 1854 y 1868 que serán duramente reprimidas por la Milicia Nacional[4]
            Durante los años 1847-1869 se suceden una serie de crisis que degradan aún más los niveles de vida de las clases populares en todo el país. Crisis de trabajo, de subsistencias, epidémicas... que aparecen normalmente unidas sumando sus efectos destructores, aunque unas pueden ser consecuencia o agravadas por otras. En el caso de Madrid observamos los efectos que estas crisis tienen en la población: aumento del número de empeños, incremento de la mendicidad, insuficiencia de los hospitales, asilos y hospicios para acoger a todos los que lo necesitan, aumento del número de delitos comunes e incremento de la mortalidad[5].
            Enmarcado en este contexto plantean un nuevo debate sobre la conveniencia del consumo de carne de caballo, esgrimiendo argumentos a favor como su experimentación en otros países de Europa donde ha sido recibida con agrado, su buen sabor y la inexistencia de elementos históricos en su contra; sólo los prejuicios frenarían un consumo que aprovecharía al máximo el animal.

El problema del acceso a la vivienda.
            Toda persona necesita un lugar donde vivir y es ahí donde surge el problema, pues como ya hemos dicho, en estos momentos se produce un gran movimiento de gente desde el campo a las ciudades que, lógicamente, buscarán un sitio donde instalarse. El problema no es solo en la falta de las mismas, sino en las condiciones de habitabilidad que proporcionan a sus moradores, pues de poco sirve tener un techo si se vive en condiciones insalubres  e infrahumanas. Va a ser la vivienda el otro gasto fundamental de la familia junto a la alimentación, así “a mediados de siglo, en Madrid el alquiler de una casa sórdida, sin ventilación y en condiciones de hacinamiento supera los 40 reales mensuales...Una buhardilla puede encontrarse por 30 reales. Al jornalero le quedan 50 ó 60 reales para alimentar a su familia[6]”.
            Un lugar de vida miserable provoca descontento y ganas de no volver al mismo, lo que conlleva hacinamiento, quejas, facilidad para la agitación y vida en la calle; así,  los trabajadores preferían irse a lugares como bares y tabernas donde gastar el poco dinero ganado, antes que a sus casas, afectando a su rendimiento laboral y perjudicando el sostenimiento familiar.
            Una de las causas del problema para acceder a una vivienda es el alto precio de la misma y no estamos hablando de compra, posibilidad casi irreal para un trabajador normal, sino de alquiler. Tampoco debemos olvidar la existencia del movimiento del higienismo, así “la segunda etapa del higienismo es tal vez la más importante. Los puntos álgidos son: formarse como movimiento e introducirse en el Estado, aunque bajo el paraguas de las mismas creencias epidemiológicas. Algo muy original de esta etapa es que los higienistas intervienen en la vida privada de la gente. Hasta 1850 la salud pública se entendía como ‘conservación de la salud’, es decir, parar los brotes epidémicos: morir o no morir de cólera. Desde 1850 el concepto se amplía a una vivienda salubre, recreación, trabajo, asistencia pública, medidas de higiene sanitaria o infraestructura pública como redes de agua potable[7]”.
Ante un problema de tal calibre como el de la vivienda, numerosas fueron las ideas y las formas de afrontarlo, así se llevaron a cabo prácticas como reaprovechamiento y compartimentación de edificios y antiguas fábricas, la sobreocupación del espacio residencial (conviviendo varias generaciones cuando no había más remedio), el barranquismo, la autoconstrucción, etc. Propuestas de todo tipo para un problema de difícil solución.

La beneficencia.
            La burguesía se va a encargar de la beneficencia cuya función es reproducir y asegurar el mercado de mano de obra, pero no solo eso, sino evitar el aumento del número de delincuentes que atenten contra la propiedad o la integridad física, pues a mayor hambre y desesperación más medidas desesperadas como el delito. Está extendida la idea de que los delincuentes del mañana son los niños de hoy, por lo que si se cuidan sus condiciones y su educación, se puede evitar el aumento de la criminalidad. Es por ello que la beneficencia se va a centrar sobre todo en los niños, ya sean huérfanos o con sus familias.
            La caridad y la limosna se consideran como un deber del buen burgués y se piensa que pedir para mantener a la familia en momentos de extrema es algo digno de elogio, otra cosa son los falsos mendigos, gente ociosa que no tiene ganas de trabajar y que pretende ganarse el jornal a costa de los buenos sentimientos de la gente, quitándole así parte del sustento a otras familias que realmente lo necesitan.           Además de la beneficencia particular existe otra estatal basada en instituciones como comedores, salas de expósitos, comedores populares, y asociaciones de todo tipo, “generalmente dirigidas por la nobleza y supervisadas por el clero, mantienen asilos y colegios o reparten periódicamente raciones de comida y vestidos en los barrios populares. Además, el burgués a la hora de la muerte reserva parte de su herencia para obras benéficas, que la prensa de la época machaconamente se encarga de airear[8]”.

Conclusiones.
La cuestión social era un factor de inestabilidad que iba en contra de los intereses burgueses. El principal problema, omnipresente para las clases bajas, es el de la alimentación, que es difícil tanto por el precio de la comida (crisis de subsistencia, especulación, bajos sueldos, etc.) como por la adulteración. A esto se le suma la dificultad de encontrar lugar digno donde vivir con un mínimo de higiene y bienestar. Será la beneficencia uno de los principales mecanismos utilizados por la burguesía para tratar de paliar una situación que les perjudica por el riesgo de revueltas y lucha contra el sistema establecido que tanto les beneficiaba.

Bibliografía.
- BAHAMONDE MAGRO, A. y TORO MERIDA, J. Burguesía, especulación y cuestión social en el Madrid del siglo XIX, Madrid, Siglo XXI, 1978.
- BOUZA, Jerónimo. Procurar a las clases jornaleras higiénicas y agradables habitaciones. La Sociedad Económica de Amigos del País y la vivienda obrera,Geocrítica/Scripta Nova. Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales, Universidad de Barcelona, 2003, VII, nº 146(011) http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-146(011).htm [consultado 8 julio 2005]
- MAGNANI, Esteban y MARTÍNEZ FRAGA, JavierHigienismo, urbanismo y política, El Buenos Aires del siglo XIX, http://catedras.fsoc.uba.ar/moledo/articulos/baires.htm [consultado 8 julio 2005] 
- TATJER, Mercedes. VII Coloquio Internacional de GeocríticaLOS AGENTES URBANOS Y LAS POLÍTICAS SOBRE LA CIUDAD, Santiago de Chile, 24-27 de mayo 2005, http://www.ub.es/geocrit/7-coltatjer.htm [consultado 8 julio 2005] 

[1] BAHAMONDE MAGRO, A. y TORO MERIDA, J. Burguesía, especulación y cuestión social en el Madrid del siglo XIX, Madrid, Siglo XXI, 1978, p. 42
[2] Coincidencias nada extrañas pues los efectos de una enfermedad y que llegue a convertirse en epidemia, están muy relacionados con el nivel de alimentación de la población: a menor alimentación, menores defensas ante la enfermedad.
[3] BAHAMONDE MAGRO, A. y TORO MERIDA, J. op. cit. pp. 43-44
[4] Ibídem, pp. 47-48
[5] Ibídem, pp. 48-50
[6] Ibídem. p. 43
[7] MAGNANI, Esteban y MARTÍNEZ FRAGA, JavierHigienismo, urbanismo y política, El Buenos Aires del siglo XIX, http://catedras.fsoc.uba.ar/moledo/articulos/baires.htm [consultado 8 julio 2005]
[8] BAHAMONDE MAGRO, A. y TORO MERIDA, J. opcit,, p. 47


Artículo publicado en VV.AA. Ilión: Recursos de geografía e historia, Ediciones Guillermo Castilla, Málaga, 2008

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