Dentro de la historia de la medicina y
la participación en ésta de la mujer, es un tema interesante ver el momento en
el cual se van incorporando las mujeres a los estudios universitarios, que una
vez superados permiten la práctica de la profesión médica. Esto se produce por
primera vez en España a finales del s. XIX, aunque ya se había producido antes
en otros países del mundo occidental, destacando Estados Unidos.
Para comprender lo que sucedía y las
reacciones que hubo en la España del momento ante tal situación, podemos
recurrir al libro de María del Carmen Álvarez Ricart[1],
donde en una parte del mismo expone el debate que se suscitó en España al ver
el fenómeno del acceso de la mujer a los estudios de medicina en otros países,
y cuándo esto se produjo aquí. Para ello, la autora recurre a la prensa médica
como principal fuente de información y como medio más adecuado para encontrar
los datos sobre el tema en cuestión.
El siglo XIX es un momento de cambios
en general y dentro de ellos está el surgimiento del feminismo y las
reivindicaciones de las mujeres para poder realizar estudios superiores y
trabajar en el mercado laboral. Todo esto está protagonizado por las mujeres de
clase media – alta, ya que cuando están hablando sobre si se debe dejar
trabajar a la mujer o no, están pensando en estas mujeres, no en las mujeres de
clase baja que han trabajado toda la vida y de las cuales tampoco interesan en
demasía su moral ni si salud. A pesar de ello, el debate que se abre en estos
momentos es muy importante y sentará las bases para que en el futuro se
beneficien del camino abierto por estas pioneras las mujeres de toda clase
social.
Teniendo en cuenta de aquí en adelante
a quiénes nos referimos cuando hablamos de la incorporación de la mujer a los
estudios superiores y al trabajo, podemos decir que en el s. XIX se planteó de
forma abierta los deseos de estudiar y trabajar por parte de las mujeres, lo
cual abrió un debate sobre la idoneidad de esto y las capacidades de la mujer
para hacer cosas que hasta el momento solo habían sido desempeñadas por
hombres.
Así se produce un debate general y
muchos particulares, correspondientes a cada uno de los estudios y trabajos a
los que se querían incorporar la mujer. Los hombres reaccionaron en contra de
los deseos de esas mujeres que querían “usurparles” sus sitios y buscaron
argumentos en contra.
En lo que respecta a este trabajo, el
debate que más interesa es el del acceso de la mujer a los estudios de medicina y la posible
puesta en práctica de esos conocimientos de manera profesional.
A finales del s. XIX, en España ya no
extraña que la mujer realice el bachillerato, esa conquista ya está muy
extendida y lo nuevo que va a crear controversia es el deseo de continuar esos
estudios a nivel superior, entrando en la universidad.
En un primer momento se rechaza que la
mujer estudie cualquier cosa, pero esta postura evolucionará en la medida que
la mujer vaya consiguiendo acceder a determinados estudios y se imponga una
nueva realidad. Así, más adelante se ve bien que la mujer se ocupe en una serie
de trabajos considerados más propios de su sexo como por ejemplo cocinera,
secretaria, etc. para que los siga y no se vaya a otros estudios y trabajos.
La idea principal por la cual se piensa
que la mujer no debe incorporarse al mundo laboral es que la casa es el mejor
lugar posible donde puede estar una mujer, ya que es donde ha estado
tradicionalmente y para lo cual es buena por “naturaleza”. Así, las mujeres que
quieren estudiar y trabajar están rompiendo las normas sociales y actuando
contra su propia naturaleza, por lo que podían pensar que no eran auténticas
mujeres, sino algo diferente.
A pesar de esta opinión, admiten la
posibilidad de que la mujer trabaje en el caso de que sean célibes, pero eso sí,
solo en aquellas profesiones adecuadas a su sexo, entre las cuales no se
encontraba la medicina, que en ningún caso pueden considerar apta para la mujer
por lo que moralmente puede suponerle, así como la posibilidad de que la mujer
perdiera su apreciado pudor.
Estas primeras argumentaciones en
contra de la práctica de la medicina por mujeres se basan fundamentalmente en
razonamientos sobre la supuesta naturaleza de la mujer, que la determinaría
para hacer unas cosas en la sociedad y le impediría hacer otras. Así se utiliza
mucho la pérdida del pudor y los efectos que en una mujer (débil, impresionable
y sensible por naturaleza) pueden tener los estudios de medicina y más
concretamente el momento en el que tienen que trabajar con cadáveres.
En los medios periodísticos y
especialmente en “El Siglo Médico”, durante estos momentos se va a producir una
discusión que tiene como base la pregunta ¿puede ejerce la mujer las diversas
profesiones del hombre? En esto hay una opinión de que las mujeres son intrusas
que pretenden entrometerse en unas actividades que no les son propias por
varios motivos, entre los que se aducen razones biológicas (la mujer tendría un
cerebro más pequeño que el hombre, y además, estaría más bien destinado a las
sensaciones que a los pensamientos), y sociales (si la mujer trabaja dejaría de
realizar la función social que le corresponde, poniendo en peligro la
continuidad y el futuro de la sociedad).
Otros (parece ser que una minoría),
defenderán que la mujer si puede desempeñar los trabajos considerados de hombre
ya que no habría argumentos suficientes para creer lo contrario, lo cual no implica que se esté a
favor de que la mujer lo lleve a cabo. Se considerará a la mujer capaz de
hacerlo pero no conveniente que lo realice.
Este debate del que estamos hablando
comenzó en España debido a las noticias que llegaban de otros países donde la
mujer está empezando a estudiar medicina y en algunos casos practicándola. En
este momento la mujer se incorpora a los estudios de medicina en varios países (en una proporción minúscula comparada con el
número de hombres), destacando Estados Unidos por ser donde más pronto y más
rápido se avanza en este sentido. Esto no quiere decir que las mujeres no
encontraran oposición en otros países, también la hubo, pero consiguieron
conquistar el derecho a estudiar y trabajar, con esfuerzo, durante un proceso
tambaleante con la posibilidad de un retroceso en sus conquistas.
En España se critica lo que está
sucediendo en determinados países y se abre el debate ya conocido, pero en un
principio no se plantean la posibilidad de que en España se marchase por el
mismo camino. Se hablaba en general sobre la mujer y la medicina pero pensaban
que en España estarían “a salvo” de ese proceso, y cuando vieron que en su mismo
país se estaba marchando por la misma senda siguieron argumentado en contra,
pero ahora de una forma más personal.
Una característica de los discursos de
los que estaban en contra de la mujer en los estudios de medicina es la
utilización de la ironía la referirse al asunto, no considerándolo serio y
pensado que no se podía producir porque no era natural, iba en contra de toda
lógica y que ellos tenían la razón.
Muchos médicos argumentan en contra
porque sería incompatible con la tarea de madre y mujer de su hogar, tarea
fundamental par ala sociedad, además, de que no consideran necesaria la
aportación que la mujer podría hacer a la ciencia médica, ya que nunca ha
participado en ella y por tanto no se echa de menos que no esté. La mujer no
podría compaginar le esfuerzo que supone estudiar y trabajar y después
practicar medicina con el cuidado de su casa y sus hijos, cosa que nunca se
discute, siempre la mujer va a encargarse de esas tareas y o puede hacerlas
como se le exige si intenta hacer otras cosas como estudiar. Respecto a que no
es necesaria la existencia de médicas porque no se ha dado esto en la historia,
se está utilizando una realidad como justificación de que esa realidad sea así,
las cosas han sido siempre así, así que para qué cambiar.
Otro argumento en contra es el posible
revuelo que una mujer médica puede causar entre los hombres, el posible acoso
sexual que puede producirse y el intento de obtener beneficios sexuales como
gratificación por la colocación en un puesto de trabajo por parte del
“benefactor”. También se aduce que la profesión médica no es adecuada para la
mujer porque tendría que hacer visitas a los pacientes a unas horas y por unos
lugares muy peligrosos para andar por ellos sin protección ninguna, ya que se
verían forzadas a ello por su profesión y no podrían tener siempre al marido al
lado para que las protegiese.
También creen que existen una serie de
temas médicos que la mujer no debe tratar ni conocer debido a su naturaleza, ya
que no lo consideran adecuado. Aquí se repiten una serie de argumentos por
parte de los que están en contra, insisten en que la naturaleza de la mujer
provoca que no sea adecuado el conocimiento de ciertos temas. Esta insistencia
parece mostrar el no tener argumentos más convincentes y también el hecho de
que no les cabe en la cabeza la idea de una mujer que sepa sobre una serie de
temas que suponen no debe saber por naturaleza, porque ha sido siempre así , y
siempre debe seguir así.
Poco a poco se va apreciando el avance
de las tesis de las mujeres y el retroceso de los argumentos de las personas en
contra, se pasa de una negativa total a encontrar posibilidades mayores de
participación de la mujer en la práctica médica. Por ejemplo, la rama de la
medicina conocida como obstetricia es un conocimiento que se admite como válido
par alas mujeres y el más adecuado para toda mujer que quiera estudiar
medicina. Se deja abierta la puerta para que la mujer estudie obstetricia
porque sería para lo que estaría más capacitada.
Siguiendo con la argumentación en
contra que se presenta durante este debate encontramos como otra razón para que
no ejerza la actuación de la médica ante pacientes masculinos, ya que esto no
sería adecuado para ella ni tampoco para el paciente, porque éste se vería
frenado a la hora de contar ciertas cosas con la confianza suficiente, que
pueden ser importantes par aun correcto tratamiento. Además, también estaría el
recelo de las mujeres de los pacientes a la hora de que fuera otra mujer la que
le tratara médicamente. En esto último se juega con la idea de que la mujer que
estudie y practique la medicina puede ir en contra de las otras mujeres
provocándoles temores y celos, por lo cual podría darse el caso de que las
mujeres de los pacientes impidiesen a las médicas tratar a sus maridos.
Se vuelve a relacionar mujer y hogar
diciendo que la tarea fundamental de la mujer sería el hogar y se le niega su
participación en la medicina porque esta sería su labor, además, de que siempre
se hace esto alabando la belleza y cualidades de la mujer, y dándole como tarea
fundamental el estar con un hombre, haciendo referencia incluso a al Biblia, en
el momento que se dice que la mujer fue creada por Dios de una costilla del
hombre para darle a ése una compañera. Así, si una mujer es creyente (y en esta
época eso se da por hecho) debe entender que su único fin en esa vida es estar
junto a un hombre para hacerle compañía y tener hijos, sin discutir lo que él
diga y todo ello porque Dios lo habría establecido así desde el principio de
los tiempos.
De este modo, toda mujer que pretende
estudiar medicina se alejaría de sus características naturales (fragilidad,
timidez, cariño, etc.) pasando a adquirir las del hombre. En cierto modo dejan
de ser mujeres para convertirse en otra cosa diferente, algo así como un
híbrido entre el hombre y la mujer, una mujer viril. Es por ello que los
médicos en cierta manera se asustan ante la idea de mujeres médicas y no tienen
más remedio que hacerse de ellas una imagen horrible, ya que han roto las
supuestas normas naturales establecidas. Además, de ser este razonamiento un
intento de echar atrás a las mujeres que deseen estudiar medicina.
Con el tiempo las mujeres van a
comenzar a estudiar medicina también en España (muy pocas, casos excepcionales
si tenemos en cuenta el número de hombres estudiado), alguna con buenas
calificaciones. Esto no impide que el debate siga y que ante la realidad de los
hechos consumados, ahora se debata sobre si al terminar la carrera se pueden
presentar a la revalidad para obtener el título de licenciadas. Nada en la
legislación impedía esto y al final se les permitirá y se les dará el título
que se habían ganado.
Al estar así la situación, los
opositores llegan a admitir que las mujeres estudien medicina pero que en
ningún caso se les de la titulación correspondiente y por tanto tampoco puedan
ejercer, lo más que llegarían a admitir es que se les de un diploma honorífico
como un mal menor.
Es curioso el hecho de que en toda esta
polémica existe una ausencia de artículos referidos a los estudios por parte de
las mujeres de la especialidad cirujano-dentista, a pesar de que en España
queda constancia que las hubo durante el s. XIX. Parece se que esto se debería
a que esta especialidad de la medicina si era considerada más apta para la mujer
y se ponían menos pegas, se prefiere que escojan esta rama antes que la
medicina y cirugía corriente. Así, el tratamiento de la boca no presentaría
incompatibilidad con la naturaleza de la mujer y no ofendería su pudor, lo cual
muestra la importancia de unos valores morales referidos a la mujer como
elemento de vital importancia para negar los estudios y la práctica de la
medicina general.
Dolores Aleu y Riera será la primera
licenciada en Medicina y Cirugía de España, tras solucionarse la paralización
que se hizo al acceso de las mujeres al título de licenciado. Este hecho, al
igual que los casos del resto de mujeres que se licenciaron en medicina, se
refleja en la prensa médica y en ella observamos opiniones favorables a lo
mismo.
Vemos que costó la entrada de la mujer
en los estudios de medicina y también el concederle los títulos a los que se
hacían merecedoras, pero al final se impuso la lógica, y aunque con retraso,
llegaron a tener el título de licenciado. Además, el hecho de que en la prensa
se recoja estos acontecimientos de manera favorable indica que hay más
partidarios de las mujeres y que se han extendido las ideas favorables a que la
mujer estudie medicina, a pesar de que siga existiendo un sector que permanece
en su posición contraria.
A pesar de todo, estas pioneras en la
medicina española, siguieron encontrando problemas. Esto se puede ver en el
hecho de que María Elena Maseras y Ribera, Dolores Aleu y Riera, Martina Castells y Ballespí, durante sus
estudios de doctorado tuvieron que solicitar mediante instancia el poder
terminar sus estudios y doctorarse. Al final el rey autorizó a las matriculadas
a seguir sus estudios y el pode doctorarse, pero prohibía que se admitiesen más
mujeres en estos estudios, lo cual significaba un retroceso en la conquista de
derechos por aparte de la mujer, lo cual no impidió que al final, más adelante,
la mujer pudiera doctorarse.
Cuando Dolores Aleu y Riera se
convierte en la primera mujer que alcanza el título de doctora en España,
aparece la noticia en la prensa, donde se felicitan del hecho y se muestran
totalmente a favor. Sin embargo, hay otros que felicitan a las mujeres que
obtienen el doctorado pero a la vez se posicionan en contra, no queriendo que
el ejemplo cunda y se repita más veces.
En general se considera que la mujer no
debe trabajar pero se permitiría si fuera a causa de fuerza mayor porque algún
día le falte el marido.
Poco a poco pero con paso firme, la
mujer se va incorporando a los estudios de medicina y la postura de los que se posicionaban
en contra de esto va cambiando hacia una
mayor tolerancia, viéndolo cada vez como algo más normal y justo. Aunque
siempre hubo opositores y permaneció un sector resistente que empleaba una
serie de términos referidos a las
médicas que eran más que irónicos insultitos, cuando se ve que los argumentos
propios no funcionan y que está sucediendo lo contrario de lo que se proclama,
no es raro que se comience a hablar con ironía e incluso insultos, cada vez en
mayor proporción (aunque parte de este lenguaje ya era utilizado al comienzo
del debate como reacción ante lago que no comprendían.
Para finalizar, decir que la autora del
libro en el cual está basado este apartado termina el mismo comentando que la
llegada de la mujer a la carrera de medicina fue un proceso de algo que era
justo y tarde o temprano tendría que ser reconocido, o al menos aceptado. Es
normal estar de acuerdo con que el proceso era justo pero ya no tanto el que
tendría que ser reconocido y aceptado, ya que la historia nos muestra procesos
fallidos que no cuajan a pesar de que fueran justos, además, en la historia se
puede dar el proceso de retroceso, se puede ir en una dirección pero por
diversas circunstancias podría ser que en algunas cosas se perdiese lo ya
conquistado. Nadie puede garantizar el futuro.
[1] ALVAREZ RICART, Mª C. La mujer como profesional de la medicina en la España del siglo XIX. Barcelona, Anthropos, 1988
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