martes, 18 de marzo de 2014

Las primeras doctoras en medicina (y II parte)


         Este tema ha sido tratado por Consuelo Flecha García[1] y en cuyos artículos nos basamos.        

         A partir de 1873 se constata la presencia en la Universidad de Barcelona, antes, y en la Central de Madrid, después, de mujeres estudiando. Este hecho se gestó anteriormente cuando 2 años antes María Elena Maseras solicita al rey Amadeo de Saboya poder realizar los estudios secundarios para después acceder a la Facultad catalana, lo cual le fue concedido.

         Las tres primeras estudiantes de medicina en la Universidad de Barcelona solicitaron el título de licenciado y no se les concedió hasta más de tres años después, en 1882, tras una gran discusión en el Consejo de Instrucción Pública.

         Estos hechos se enmarcan en un contexto de afianzamiento del Estado liberal, predominio del capitalismo y estructuración social por clases. En este ambiente los hombres fueron ensanchando sus horizontes y posibilidades pero las mujeres se mantuvieron en lugares y tareas muy reducidas y acotadas. No hay que olvidar que mientras unas pocas mujeres son las pioneras en los estudios de doctorado, la realidad social nos muestra que el 74 % de las mujeres de Barcelona son analfabetas.

         De las primeras mujeres universitarias, la mayoría llegó a licenciarse y cinco de ellas llegaron a ser doctoras antes del año 1900, un grado académico para cuya concesión se suponía se necesitaba tener unas determinadas capacidades que en el debate anteriormente comentado no se le reconocían a la mujer, en función de su naturaleza. De estas cinco doctoras, tres lo eran de medicina, tema que es el que aquí interesa. Hay que recordar que en estos momentos solo la Universidad Central, sita en Madrid, podía otorgar el grado de doctor así que todos los estudiantes que lo deseasen tenían que trasladase a Madrid para realizar los correspondientes cursos de doctorado.

         Las dos primeras mujeres que se doctoraron en medicina fueron Dolores Aleu Riera y Martina Castells Ballespí, procedentes ambas de Barcelona, las cuales defendieron sus tesis en octubre de 1882 con pocos días de diferencia. Hay que mencionar que María Elena Maseras, la primera alumna que terminó los estudios de medicina no se llegó a doctorar por e problema ya comentado de la tardanza en la concesión del título de licenciatura, lo cual le hizo incorporarse al mundo laboral porque ya no podía retrasar más sus inicios en el trabajo.

         Sin olvidar lo excepcional que fueron estas mujeres que eran las primeras en obtener el título de doctoras, pasamos ya a comentar los temas tratados en sus respectivas tesis.

         Hay que recalcar que ambas escogieron como tema para realizar sus tesis el estudio de la mujer, siendo la de Dolores Aleu “De la necesidad de encaminar por nueva senda la educación higiénico-moral de la mujer” y la de Martina Castells “Educación física, moral e intelectual que debe darse a la mujer par que esta contribuya en grado máximo a la perfección y la de la humanidad”. Esto nos muestra que por primera vez los temas relacionados con la mujer y la medicina van a ser estudiados y tratados por las propias mujeres, ya que hasta el momento solo lo habían hecho hombres.

         Además, ambas tesis estaban relacionadas de alguna manera con la educación y la instrucción de la mujer, y es importante que las mismas mujeres pudieran participar en las tesis sobre ese tema en un momento que se está configurando la instrucción pública y se está definiendo dónde desarrollar la educación y a quién dársela, porque así pueden incluir a la mujer en el nuevo diseño educativo.

         Estas mujeres se refirieron a la situación de la mujer a lo largo de la historia, y como a pesar de serles negada la instrucción por norma general, también había ejemplos de mujeres excepcionales que destacaron en la ciencia y cultura. También hicieron mención de la situación de la mujer y los estudios en el extranjero, destacando Estados Unidos y Gran Bretaña donde habría una gran libertad para la mujer a la cual España no había llegado todavía y no se esperaba que lo hiciera rápidamente.

         Así buscaban apoyarse en argumentos a favor, legitimarse en su posición dentro de un mundo en el cual su discurso era de (discurso médico) considerar a la mujer como frágil, emotiva afectivamente dependiente, necesitada de la protección masculina, pasiva sexualmente, predestinada a la maternidad, que sería lo único que hacía bien siendo defectuosa como persona. Todo este discurso sentaba sus bases en unas supuestas características biológicas universales y eternas de la mujer. Estas características haría a la mujer inferior moral e intelectualmente, cosa supuestamente confirmada mediante estudios del tamaño del cerebro que sería de menor tamaño que el del hombre. Cosa que no aceptaba todo el mundo, ya que existían opiniones que decían que la aparente diferencia de capacidad intelectual de las mujeres se debe a que no se le ha dejado instruirse, a que no tiene las mismas posibilidades que el hombre en el campo de la cultura y la intelectualidad.

         Como muestra de la actitud tomada respecto a la mujer está el testimonio de Dolores Aleu sobre las dificultades presentes durante su carrera, y que ella achaca a pertenecer al conocido como “sexo débil” plasmadas en la carta que mandó desde Madrid a su profesor de Clínica Quirúrgica en la Universidad de Barcelona (Juan Giré Partagás) en la cual le confiesa: “¡Cuántas veces hubiera quizá dejado mis estudios, aturdida por las rudas sacudidas venidas de tantas partes…” Incluso llega a acusar a hombres que habían entorpecido su carera y que moramente no debían estar donde estaban porque habían conseguido la cátedra por otros medios distintos al establecido de oposición.

         Esta situación la tuvo en cuenta Dolores Aleu a la hora de redactar su exposición, la cual aprovechó para habla sobre la problemática de la mujer que ella misma había padecido y pode rasí contribuir al cambio de la situación que estaban sufriendo muchas mujeres. Así, constató que todavía se había avanzado muy poco en la educación de la mujer y que habría que seguir luchando para defender la libertad individual y la posibilidad de autonomía de la mujer.

         También manifestó que no solo era que se había mantenido a la mujer en la ignorancia a lo largo de la historia, sino que a la mujer que había conseguido instruirse se le castigaba, por ejemplo, en determinados momentos históricos acusándolas de herejes o hechiceras.

         Además, fue en contra de la argumentación de determinadas características femeninas como sería la debilidad, cosa que no era cierto como se podía apreciar en el hecho de que la mujer realizara trabajos duros a lo largo de la historia en el campo y que en el momento que estaban viviendo, también se encontraba la mujer trabajando en fábricas y talleres en penosas condiciones. Aquí se puede ver una doble moral de la sociedad, la mujer es considerada débil para darle instrucción pero no para realizar unos trabajos muy duros.

         Resulta interesante conocer la opinión que Dolores Aleu tenia sobre las diferencias entre sexos, ya que en un momento que estaba extendida la idea de que se debían a causas naturales (quizás porque interesaba esto) ella piensa que esas diferencias se deben más bien al ambiente y la diferente instrucción que reciben hombres y mujeres desde niños. También se pronunció en un tema que estaba candente en el momento, como el que las diferencias entre sexos pudiese explicarse mediante la diferenciación en el tamaño del cerebro, ya que los estudios realizados indicaban que la mujer tenía un cerebro más pequeño. Para Dolores Aleu no había que exagerar los resultados obtenidos por los estudios científicos del momento y que éstos no podían ser utilizados para negar o limitar el derecho de las mujeres a la educación. A pesar de esto no negó el que pudiera darse una relación ente el tamaño del cerebro y la función, aunque ella seguía recurriendo razones históricas para justificarlo. Así, a pesar de la situación de la mujer a lo largo de la historia, mencionó los casos de mujeres que consiguieron superar las limitaciones impuestas y que consiguieron destacar en diversas ramas del saber, lo cual sería una muestra clara que desmentiría el argumento de la incapacidad natural femenina.

         A pesar de todo ello, Dolores Aleu no rompió con las funciones que las mujeres tenían asignadas en la familia, pero propuso educar a las jóvenes como un medio que les preparase mejor para sus futuras responsabilidades. Además, también admitió que no estaban en manos de las mujeres esas reformas que permitirían ejercer a las mujeres el derecho de la educación. Esto último podría chocar con el resto del discurso de Dolores Aleu, pero n hay que olvidar el momento histórico en el que nos encontramos y que no es fácil avanzar todo lo deseable de golpe. Tampoco hay que olvidar que la exposición se hacia frente a un tribunal compuesto por hombres y por tanto podría no convenir radicalizar mucho un discurso, lo cual le podría perjudicar, a pesar de lo cual en el mismo aprovecha para decir cosas que piensa y que son novedosas por lo que dice, quién o dice y en que contexto lo dice.

         También Martina Castells, la segunda mujer doctora en medicina de España, recurrió a la educación de las mujeres como una de las causas del progreso y bienestar social, aunque es verdad que Martina defendió esa idea desde el convencimiento de que iba a conseguir muy poco, y de que lo que estaba haciendo no iba a servir para mucho. Es más, no pretendía que se considerara igual a la mujer y al hombre, a la vez que negaba la participación electoral de la mujer, tanto como votante como posible candidata. Su única ambición era dar una instrucción adecuada a la mujer que le permitiera cumplir de mejor manera la tarea para la que había venido a este mundo, o sea, ser las mejores compañeras de su marido y las mejores madres para sus hijos.

         Como vemos, hasta una mujer pionera como ésta tenía asimilada la base fundamental de la esencia femenina en esta sociedad. Ello nos muestra la dificultad de cambiar un pensamiento muy arraigado en la sociedad, hasta el punto que las propias afectadas por la discriminación lo asimilan como lo que debe ser y es muy difícil que se planteen cambiarlo. Así, en este momento, ni hombres ni mujeres discutían sobre el trabajo doméstico, que era una tarea realizada por la mujer (ya sea la propia mujer o una sirvienta) de manera inexcusable. Y es que cualquier intento por parte de la mujer de alejarse del ámbito doméstico era una ruptura con la tradición y con una conducta consagrada que provocaba la descalificación social. Puede ser que esta situación fuera la que empujara a Martina Castells a no intentar salirse de lo establecido, sabiendo de antemano que estando así las cosas en el momento que vivía, no iba a conseguir nada y no serviría nada más que para perjudicarla.

         Así que existen dos teorías para intentar explicar por qué Martina Castells no fue más allá en la exposición de su tesis, una que ella misma tuviera asumido el rol que se le asignaba y no llegara a plantearse el romperlo, y otra, que no intentara ir más allá porque entendía que no serviría de nada y tal como estaba la situación no era fácil que las cosas cambiaran a pesar de que sería lo deseado por ella.

         Para Martina Castells el principal proyecto en la vida de una mujer es el matrimonio y hacia lo cual se le debe encauzar, aunque también admitía que si había niñas que deseaban seguir estudiando (tal y como había sido su caso) había que animarlas a ello y darles los medios adecuados para llevarlo a cabo.

         Durante el s. XIX se estaban configurando los sistemas educativos, tal como se ha comentado anteriormente, y en esto se debatía sobre que enseñar a las niñas para que una vez sean mujeres cumplan adecuadamente las funciones asignadas por la sociedad burguesa, que fundamentalmente corresponde a la reproducción. En este proceso van a intervenir las facultades de medicina que se van a interesar en el cuidado del cuerpo y protección de la salud, surgiendo por ello el tema de la educación física de las mujeres. Así surge en el s. XIX la conocida corriente de los higienistas que van a recomendar a las mujeres cosas como que no estudiasen, no se fomentase su imaginación, los alimentos más adecuados, las posturas del cuerpo, el tipo de vestidos que debían llevar, etc.

         Dentro de este debate sobre la educación de la mujer las doctoradas Dolores Aleu y Martina Castells recomendaron que se le dotase a la mujer de una instrucción adecuada en fisiología, higiene, botánica médica, química, geología, meteorología, historia natural, filosofía y “conocimientos referentes a la industria y a la agricultura”. Así, Dolores Aleu creía que la educación sería el elemento fundamental que posibilitaría un cambio en la situación de la mujer y la transformación de su papel en la sociedad.




[1] FLECHA GARCÍA, CONSUELO, La educación de la mujer según las primeras doctoras en medicina de la universidad española, año 1882, Dynamis, 1999, pp. 241-278
  FLECHA GARCÍA, CONSUELO, Doctoras en la universidad española. Las pioneras, Arenal. Revista de Historia de las mujeres, 1995, 2 (1) pp. 81-100

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