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martes, 18 de marzo de 2014

Las primeras doctoras en medicina (y II parte)


         Este tema ha sido tratado por Consuelo Flecha García[1] y en cuyos artículos nos basamos.        

         A partir de 1873 se constata la presencia en la Universidad de Barcelona, antes, y en la Central de Madrid, después, de mujeres estudiando. Este hecho se gestó anteriormente cuando 2 años antes María Elena Maseras solicita al rey Amadeo de Saboya poder realizar los estudios secundarios para después acceder a la Facultad catalana, lo cual le fue concedido.

         Las tres primeras estudiantes de medicina en la Universidad de Barcelona solicitaron el título de licenciado y no se les concedió hasta más de tres años después, en 1882, tras una gran discusión en el Consejo de Instrucción Pública.

         Estos hechos se enmarcan en un contexto de afianzamiento del Estado liberal, predominio del capitalismo y estructuración social por clases. En este ambiente los hombres fueron ensanchando sus horizontes y posibilidades pero las mujeres se mantuvieron en lugares y tareas muy reducidas y acotadas. No hay que olvidar que mientras unas pocas mujeres son las pioneras en los estudios de doctorado, la realidad social nos muestra que el 74 % de las mujeres de Barcelona son analfabetas.

         De las primeras mujeres universitarias, la mayoría llegó a licenciarse y cinco de ellas llegaron a ser doctoras antes del año 1900, un grado académico para cuya concesión se suponía se necesitaba tener unas determinadas capacidades que en el debate anteriormente comentado no se le reconocían a la mujer, en función de su naturaleza. De estas cinco doctoras, tres lo eran de medicina, tema que es el que aquí interesa. Hay que recordar que en estos momentos solo la Universidad Central, sita en Madrid, podía otorgar el grado de doctor así que todos los estudiantes que lo deseasen tenían que trasladase a Madrid para realizar los correspondientes cursos de doctorado.

         Las dos primeras mujeres que se doctoraron en medicina fueron Dolores Aleu Riera y Martina Castells Ballespí, procedentes ambas de Barcelona, las cuales defendieron sus tesis en octubre de 1882 con pocos días de diferencia. Hay que mencionar que María Elena Maseras, la primera alumna que terminó los estudios de medicina no se llegó a doctorar por e problema ya comentado de la tardanza en la concesión del título de licenciatura, lo cual le hizo incorporarse al mundo laboral porque ya no podía retrasar más sus inicios en el trabajo.

         Sin olvidar lo excepcional que fueron estas mujeres que eran las primeras en obtener el título de doctoras, pasamos ya a comentar los temas tratados en sus respectivas tesis.

         Hay que recalcar que ambas escogieron como tema para realizar sus tesis el estudio de la mujer, siendo la de Dolores Aleu “De la necesidad de encaminar por nueva senda la educación higiénico-moral de la mujer” y la de Martina Castells “Educación física, moral e intelectual que debe darse a la mujer par que esta contribuya en grado máximo a la perfección y la de la humanidad”. Esto nos muestra que por primera vez los temas relacionados con la mujer y la medicina van a ser estudiados y tratados por las propias mujeres, ya que hasta el momento solo lo habían hecho hombres.

         Además, ambas tesis estaban relacionadas de alguna manera con la educación y la instrucción de la mujer, y es importante que las mismas mujeres pudieran participar en las tesis sobre ese tema en un momento que se está configurando la instrucción pública y se está definiendo dónde desarrollar la educación y a quién dársela, porque así pueden incluir a la mujer en el nuevo diseño educativo.

         Estas mujeres se refirieron a la situación de la mujer a lo largo de la historia, y como a pesar de serles negada la instrucción por norma general, también había ejemplos de mujeres excepcionales que destacaron en la ciencia y cultura. También hicieron mención de la situación de la mujer y los estudios en el extranjero, destacando Estados Unidos y Gran Bretaña donde habría una gran libertad para la mujer a la cual España no había llegado todavía y no se esperaba que lo hiciera rápidamente.

         Así buscaban apoyarse en argumentos a favor, legitimarse en su posición dentro de un mundo en el cual su discurso era de (discurso médico) considerar a la mujer como frágil, emotiva afectivamente dependiente, necesitada de la protección masculina, pasiva sexualmente, predestinada a la maternidad, que sería lo único que hacía bien siendo defectuosa como persona. Todo este discurso sentaba sus bases en unas supuestas características biológicas universales y eternas de la mujer. Estas características haría a la mujer inferior moral e intelectualmente, cosa supuestamente confirmada mediante estudios del tamaño del cerebro que sería de menor tamaño que el del hombre. Cosa que no aceptaba todo el mundo, ya que existían opiniones que decían que la aparente diferencia de capacidad intelectual de las mujeres se debe a que no se le ha dejado instruirse, a que no tiene las mismas posibilidades que el hombre en el campo de la cultura y la intelectualidad.

         Como muestra de la actitud tomada respecto a la mujer está el testimonio de Dolores Aleu sobre las dificultades presentes durante su carrera, y que ella achaca a pertenecer al conocido como “sexo débil” plasmadas en la carta que mandó desde Madrid a su profesor de Clínica Quirúrgica en la Universidad de Barcelona (Juan Giré Partagás) en la cual le confiesa: “¡Cuántas veces hubiera quizá dejado mis estudios, aturdida por las rudas sacudidas venidas de tantas partes…” Incluso llega a acusar a hombres que habían entorpecido su carera y que moramente no debían estar donde estaban porque habían conseguido la cátedra por otros medios distintos al establecido de oposición.

         Esta situación la tuvo en cuenta Dolores Aleu a la hora de redactar su exposición, la cual aprovechó para habla sobre la problemática de la mujer que ella misma había padecido y pode rasí contribuir al cambio de la situación que estaban sufriendo muchas mujeres. Así, constató que todavía se había avanzado muy poco en la educación de la mujer y que habría que seguir luchando para defender la libertad individual y la posibilidad de autonomía de la mujer.

         También manifestó que no solo era que se había mantenido a la mujer en la ignorancia a lo largo de la historia, sino que a la mujer que había conseguido instruirse se le castigaba, por ejemplo, en determinados momentos históricos acusándolas de herejes o hechiceras.

         Además, fue en contra de la argumentación de determinadas características femeninas como sería la debilidad, cosa que no era cierto como se podía apreciar en el hecho de que la mujer realizara trabajos duros a lo largo de la historia en el campo y que en el momento que estaban viviendo, también se encontraba la mujer trabajando en fábricas y talleres en penosas condiciones. Aquí se puede ver una doble moral de la sociedad, la mujer es considerada débil para darle instrucción pero no para realizar unos trabajos muy duros.

         Resulta interesante conocer la opinión que Dolores Aleu tenia sobre las diferencias entre sexos, ya que en un momento que estaba extendida la idea de que se debían a causas naturales (quizás porque interesaba esto) ella piensa que esas diferencias se deben más bien al ambiente y la diferente instrucción que reciben hombres y mujeres desde niños. También se pronunció en un tema que estaba candente en el momento, como el que las diferencias entre sexos pudiese explicarse mediante la diferenciación en el tamaño del cerebro, ya que los estudios realizados indicaban que la mujer tenía un cerebro más pequeño. Para Dolores Aleu no había que exagerar los resultados obtenidos por los estudios científicos del momento y que éstos no podían ser utilizados para negar o limitar el derecho de las mujeres a la educación. A pesar de esto no negó el que pudiera darse una relación ente el tamaño del cerebro y la función, aunque ella seguía recurriendo razones históricas para justificarlo. Así, a pesar de la situación de la mujer a lo largo de la historia, mencionó los casos de mujeres que consiguieron superar las limitaciones impuestas y que consiguieron destacar en diversas ramas del saber, lo cual sería una muestra clara que desmentiría el argumento de la incapacidad natural femenina.

         A pesar de todo ello, Dolores Aleu no rompió con las funciones que las mujeres tenían asignadas en la familia, pero propuso educar a las jóvenes como un medio que les preparase mejor para sus futuras responsabilidades. Además, también admitió que no estaban en manos de las mujeres esas reformas que permitirían ejercer a las mujeres el derecho de la educación. Esto último podría chocar con el resto del discurso de Dolores Aleu, pero n hay que olvidar el momento histórico en el que nos encontramos y que no es fácil avanzar todo lo deseable de golpe. Tampoco hay que olvidar que la exposición se hacia frente a un tribunal compuesto por hombres y por tanto podría no convenir radicalizar mucho un discurso, lo cual le podría perjudicar, a pesar de lo cual en el mismo aprovecha para decir cosas que piensa y que son novedosas por lo que dice, quién o dice y en que contexto lo dice.

         También Martina Castells, la segunda mujer doctora en medicina de España, recurrió a la educación de las mujeres como una de las causas del progreso y bienestar social, aunque es verdad que Martina defendió esa idea desde el convencimiento de que iba a conseguir muy poco, y de que lo que estaba haciendo no iba a servir para mucho. Es más, no pretendía que se considerara igual a la mujer y al hombre, a la vez que negaba la participación electoral de la mujer, tanto como votante como posible candidata. Su única ambición era dar una instrucción adecuada a la mujer que le permitiera cumplir de mejor manera la tarea para la que había venido a este mundo, o sea, ser las mejores compañeras de su marido y las mejores madres para sus hijos.

         Como vemos, hasta una mujer pionera como ésta tenía asimilada la base fundamental de la esencia femenina en esta sociedad. Ello nos muestra la dificultad de cambiar un pensamiento muy arraigado en la sociedad, hasta el punto que las propias afectadas por la discriminación lo asimilan como lo que debe ser y es muy difícil que se planteen cambiarlo. Así, en este momento, ni hombres ni mujeres discutían sobre el trabajo doméstico, que era una tarea realizada por la mujer (ya sea la propia mujer o una sirvienta) de manera inexcusable. Y es que cualquier intento por parte de la mujer de alejarse del ámbito doméstico era una ruptura con la tradición y con una conducta consagrada que provocaba la descalificación social. Puede ser que esta situación fuera la que empujara a Martina Castells a no intentar salirse de lo establecido, sabiendo de antemano que estando así las cosas en el momento que vivía, no iba a conseguir nada y no serviría nada más que para perjudicarla.

         Así que existen dos teorías para intentar explicar por qué Martina Castells no fue más allá en la exposición de su tesis, una que ella misma tuviera asumido el rol que se le asignaba y no llegara a plantearse el romperlo, y otra, que no intentara ir más allá porque entendía que no serviría de nada y tal como estaba la situación no era fácil que las cosas cambiaran a pesar de que sería lo deseado por ella.

         Para Martina Castells el principal proyecto en la vida de una mujer es el matrimonio y hacia lo cual se le debe encauzar, aunque también admitía que si había niñas que deseaban seguir estudiando (tal y como había sido su caso) había que animarlas a ello y darles los medios adecuados para llevarlo a cabo.

         Durante el s. XIX se estaban configurando los sistemas educativos, tal como se ha comentado anteriormente, y en esto se debatía sobre que enseñar a las niñas para que una vez sean mujeres cumplan adecuadamente las funciones asignadas por la sociedad burguesa, que fundamentalmente corresponde a la reproducción. En este proceso van a intervenir las facultades de medicina que se van a interesar en el cuidado del cuerpo y protección de la salud, surgiendo por ello el tema de la educación física de las mujeres. Así surge en el s. XIX la conocida corriente de los higienistas que van a recomendar a las mujeres cosas como que no estudiasen, no se fomentase su imaginación, los alimentos más adecuados, las posturas del cuerpo, el tipo de vestidos que debían llevar, etc.

         Dentro de este debate sobre la educación de la mujer las doctoradas Dolores Aleu y Martina Castells recomendaron que se le dotase a la mujer de una instrucción adecuada en fisiología, higiene, botánica médica, química, geología, meteorología, historia natural, filosofía y “conocimientos referentes a la industria y a la agricultura”. Así, Dolores Aleu creía que la educación sería el elemento fundamental que posibilitaría un cambio en la situación de la mujer y la transformación de su papel en la sociedad.




[1] FLECHA GARCÍA, CONSUELO, La educación de la mujer según las primeras doctoras en medicina de la universidad española, año 1882, Dynamis, 1999, pp. 241-278
  FLECHA GARCÍA, CONSUELO, Doctoras en la universidad española. Las pioneras, Arenal. Revista de Historia de las mujeres, 1995, 2 (1) pp. 81-100

martes, 19 de noviembre de 2013

Los inicios de la incorporación de la mujer a los estudios de medicina: el debate (I parte)

         Dentro de la historia de la medicina y la participación en ésta de la mujer, es un tema interesante ver el momento en el cual se van incorporando las mujeres a los estudios universitarios, que una vez superados permiten la práctica de la profesión médica. Esto se produce por primera vez en España a finales del s. XIX, aunque ya se había producido antes en otros países del mundo occidental, destacando Estados Unidos.

         Para comprender lo que sucedía y las reacciones que hubo en la España del momento ante tal situación, podemos recurrir al libro de María del Carmen Álvarez Ricart[1], donde en una parte del mismo expone el debate que se suscitó en España al ver el fenómeno del acceso de la mujer a los estudios de medicina en otros países, y cuándo esto se produjo aquí. Para ello, la autora recurre a la prensa médica como principal fuente de información y como medio más adecuado para encontrar los datos sobre el tema en cuestión.

         El siglo XIX es un momento de cambios en general y dentro de ellos está el surgimiento del feminismo y las reivindicaciones de las mujeres para poder realizar estudios superiores y trabajar en el mercado laboral. Todo esto está protagonizado por las mujeres de clase media – alta, ya que cuando están hablando sobre si se debe dejar trabajar a la mujer o no, están pensando en estas mujeres, no en las mujeres de clase baja que han trabajado toda la vida y de las cuales tampoco interesan en demasía su moral ni si salud. A pesar de ello, el debate que se abre en estos momentos es muy importante y sentará las bases para que en el futuro se beneficien del camino abierto por estas pioneras las mujeres de toda clase social.

         Teniendo en cuenta de aquí en adelante a quiénes nos referimos cuando hablamos de la incorporación de la mujer a los estudios superiores y al trabajo, podemos decir que en el s. XIX se planteó de forma abierta los deseos de estudiar y trabajar por parte de las mujeres, lo cual abrió un debate sobre la idoneidad de esto y las capacidades de la mujer para hacer cosas que hasta el momento solo habían sido desempeñadas por hombres.

         Así se produce un debate general y muchos particulares, correspondientes a cada uno de los estudios y trabajos a los que se querían incorporar la mujer. Los hombres reaccionaron en contra de los deseos de esas mujeres que querían “usurparles” sus sitios y buscaron argumentos en contra.

         En lo que respecta a este trabajo, el debate que más interesa es el del acceso de la mujer  a los estudios de medicina y la posible puesta en práctica de esos conocimientos de manera profesional.

         A finales del s. XIX, en España ya no extraña que la mujer realice el bachillerato, esa conquista ya está muy extendida y lo nuevo que va a crear controversia es el deseo de continuar esos estudios a nivel superior, entrando en la universidad.

         En un primer momento se rechaza que la mujer estudie cualquier cosa, pero esta postura evolucionará en la medida que la mujer vaya consiguiendo acceder a determinados estudios y se imponga una nueva realidad. Así, más adelante se ve bien que la mujer se ocupe en una serie de trabajos considerados más propios de su sexo como por ejemplo cocinera, secretaria, etc. para que los siga y no se vaya a otros estudios y trabajos.

         La idea principal por la cual se piensa que la mujer no debe incorporarse al mundo laboral es que la casa es el mejor lugar posible donde puede estar una mujer, ya que es donde ha estado tradicionalmente y para lo cual es buena por “naturaleza”. Así, las mujeres que quieren estudiar y trabajar están rompiendo las normas sociales y actuando contra su propia naturaleza, por lo que podían pensar que no eran auténticas mujeres, sino algo diferente.

         A pesar de esta opinión, admiten la posibilidad de que la mujer trabaje en el caso de que sean célibes, pero eso sí, solo en aquellas profesiones adecuadas a su sexo, entre las cuales no se encontraba la medicina, que en ningún caso pueden considerar apta para la mujer por lo que moralmente puede suponerle, así como la posibilidad de que la mujer perdiera su apreciado pudor.

         Estas primeras argumentaciones en contra de la práctica de la medicina por mujeres se basan fundamentalmente en razonamientos sobre la supuesta naturaleza de la mujer, que la determinaría para hacer unas cosas en la sociedad y le impediría hacer otras. Así se utiliza mucho la pérdida del pudor y los efectos que en una mujer (débil, impresionable y sensible por naturaleza) pueden tener los estudios de medicina y más concretamente el momento en el que tienen que trabajar con cadáveres.

         En los medios periodísticos y especialmente en “El Siglo Médico”, durante estos momentos se va a producir una discusión que tiene como base la pregunta ¿puede ejerce la mujer las diversas profesiones del hombre? En esto hay una opinión de que las mujeres son intrusas que pretenden entrometerse en unas actividades que no les son propias por varios motivos, entre los que se aducen razones biológicas (la mujer tendría un cerebro más pequeño que el hombre, y además, estaría más bien destinado a las sensaciones que a los pensamientos), y sociales (si la mujer trabaja dejaría de realizar la función social que le corresponde, poniendo en peligro la continuidad y el futuro de la sociedad).

         Otros (parece ser que una minoría), defenderán que la mujer si puede desempeñar los trabajos considerados de hombre ya que no habría argumentos suficientes para creer lo  contrario, lo cual no implica que se esté a favor de que la mujer lo lleve a cabo. Se considerará a la mujer capaz de hacerlo pero no conveniente que lo realice.

         Este debate del que estamos hablando comenzó en España debido a las noticias que llegaban de otros países donde la mujer está empezando a estudiar medicina y en algunos casos practicándola. En este momento la mujer se incorpora a los estudios de medicina en varios países  (en una proporción minúscula comparada con el número de hombres), destacando Estados Unidos por ser donde más pronto y más rápido se avanza en este sentido. Esto no quiere decir que las mujeres no encontraran oposición en otros países, también la hubo, pero consiguieron conquistar el derecho a estudiar y trabajar, con esfuerzo, durante un proceso tambaleante con la posibilidad de un retroceso en sus conquistas.

         En España se critica lo que está sucediendo en determinados países y se abre el debate ya conocido, pero en un principio no se plantean la posibilidad de que en España se marchase por el mismo camino. Se hablaba en general sobre la mujer y la medicina pero pensaban que en España estarían “a salvo” de ese proceso, y cuando vieron que en su mismo país se estaba marchando por la misma senda siguieron argumentado en contra, pero ahora de una forma más personal.

         Una característica de los discursos de los que estaban en contra de la mujer en los estudios de medicina es la utilización de la ironía la referirse al asunto, no considerándolo serio y pensado que no se podía producir porque no era natural, iba en contra de toda lógica y que ellos tenían la razón.

         Muchos médicos argumentan en contra porque sería incompatible con la tarea de madre y mujer de su hogar, tarea fundamental par ala sociedad, además, de que no consideran necesaria la aportación que la mujer podría hacer a la ciencia médica, ya que nunca ha participado en ella y por tanto no se echa de menos que no esté. La mujer no podría compaginar le esfuerzo que supone estudiar y trabajar y después practicar medicina con el cuidado de su casa y sus hijos, cosa que nunca se discute, siempre la mujer va a encargarse de esas tareas y o puede hacerlas como se le exige si intenta hacer otras cosas como estudiar. Respecto a que no es necesaria la existencia de médicas porque no se ha dado esto en la historia, se está utilizando una realidad como justificación de que esa realidad sea así, las cosas han sido siempre así, así que para qué cambiar.
         Otro argumento en contra es el posible revuelo que una mujer médica puede causar entre los hombres, el posible acoso sexual que puede producirse y el intento de obtener beneficios sexuales como gratificación por la colocación en un puesto de trabajo por parte del “benefactor”. También se aduce que la profesión médica no es adecuada para la mujer porque tendría que hacer visitas a los pacientes a unas horas y por unos lugares muy peligrosos para andar por ellos sin protección ninguna, ya que se verían forzadas a ello por su profesión y no podrían tener siempre al marido al lado para que las protegiese.

         También creen que existen una serie de temas médicos que la mujer no debe tratar ni conocer debido a su naturaleza, ya que no lo consideran adecuado. Aquí se repiten una serie de argumentos por parte de los que están en contra, insisten en que la naturaleza de la mujer provoca que no sea adecuado el conocimiento de ciertos temas. Esta insistencia parece mostrar el no tener argumentos más convincentes y también el hecho de que no les cabe en la cabeza la idea de una mujer que sepa sobre una serie de temas que suponen no debe saber por naturaleza, porque ha sido siempre así , y siempre debe seguir así.

         Poco a poco se va apreciando el avance de las tesis de las mujeres y el retroceso de los argumentos de las personas en contra, se pasa de una negativa total a encontrar posibilidades mayores de participación de la mujer en la práctica médica. Por ejemplo, la rama de la medicina conocida como obstetricia es un conocimiento que se admite como válido par alas mujeres y el más adecuado para toda mujer que quiera estudiar medicina. Se deja abierta la puerta para que la mujer estudie obstetricia porque sería para lo que estaría más capacitada.

         Siguiendo con la argumentación en contra que se presenta durante este debate encontramos como otra razón para que no ejerza la actuación de la médica ante pacientes masculinos, ya que esto no sería adecuado para ella ni tampoco para el paciente, porque éste se vería frenado a la hora de contar ciertas cosas con la confianza suficiente, que pueden ser importantes par aun correcto tratamiento. Además, también estaría el recelo de las mujeres de los pacientes a la hora de que fuera otra mujer la que le tratara médicamente. En esto último se juega con la idea de que la mujer que estudie y practique la medicina puede ir en contra de las otras mujeres provocándoles temores y celos, por lo cual podría darse el caso de que las mujeres de los pacientes impidiesen a las médicas tratar a sus maridos.

         Se vuelve a relacionar mujer y hogar diciendo que la tarea fundamental de la mujer sería el hogar y se le niega su participación en la medicina porque esta sería su labor, además, de que siempre se hace esto alabando la belleza y cualidades de la mujer, y dándole como tarea fundamental el estar con un hombre, haciendo referencia incluso a al Biblia, en el momento que se dice que la mujer fue creada por Dios de una costilla del hombre para darle a ése una compañera. Así, si una mujer es creyente (y en esta época eso se da por hecho) debe entender que su único fin en esa vida es estar junto a un hombre para hacerle compañía y tener hijos, sin discutir lo que él diga y todo ello porque Dios lo habría establecido así desde el principio de los tiempos.

         De este modo, toda mujer que pretende estudiar medicina se alejaría de sus características naturales (fragilidad, timidez, cariño, etc.) pasando a adquirir las del hombre. En cierto modo dejan de ser mujeres para convertirse en otra cosa diferente, algo así como un híbrido entre el hombre y la mujer, una mujer viril. Es por ello que los médicos en cierta manera se asustan ante la idea de mujeres médicas y no tienen más remedio que hacerse de ellas una imagen horrible, ya que han roto las supuestas normas naturales establecidas. Además, de ser este razonamiento un intento de echar atrás a las mujeres que deseen estudiar medicina.

         Con el tiempo las mujeres van a comenzar a estudiar medicina también en España (muy pocas, casos excepcionales si tenemos en cuenta el número de hombres estudiado), alguna con buenas calificaciones. Esto no impide que el debate siga y que ante la realidad de los hechos consumados, ahora se debata sobre si al terminar la carrera se pueden presentar a la revalidad para obtener el título de licenciadas. Nada en la legislación impedía esto y al final se les permitirá y se les dará el título que se habían ganado.

         Al estar así la situación, los opositores llegan a admitir que las mujeres estudien medicina pero que en ningún caso se les de la titulación correspondiente y por tanto tampoco puedan ejercer, lo más que llegarían a admitir es que se les de un diploma honorífico como un mal menor.

         Es curioso el hecho de que en toda esta polémica existe una ausencia de artículos referidos a los estudios por parte de las mujeres de la especialidad cirujano-dentista, a pesar de que en España queda constancia que las hubo durante el s. XIX. Parece se que esto se debería a que esta especialidad de la medicina si era considerada más apta para la mujer y se ponían menos pegas, se prefiere que escojan esta rama antes que la medicina y cirugía corriente. Así, el tratamiento de la boca no presentaría incompatibilidad con la naturaleza de la mujer y no ofendería su pudor, lo cual muestra la importancia de unos valores morales referidos a la mujer como elemento de vital importancia para negar los estudios y la práctica de la medicina general.

         Dolores Aleu y Riera será la primera licenciada en Medicina y Cirugía de España, tras solucionarse la paralización que se hizo al acceso de las mujeres al título de licenciado. Este hecho, al igual que los casos del resto de mujeres que se licenciaron en medicina, se refleja en la prensa médica y en ella observamos opiniones favorables a lo mismo.
         Vemos que costó la entrada de la mujer en los estudios de medicina y también el concederle los títulos a los que se hacían merecedoras, pero al final se impuso la lógica, y aunque con retraso, llegaron a tener el título de licenciado. Además, el hecho de que en la prensa se recoja estos acontecimientos de manera favorable indica que hay más partidarios de las mujeres y que se han extendido las ideas favorables a que la mujer estudie medicina, a pesar de que siga existiendo un sector que permanece en su posición contraria.

         A pesar de todo, estas pioneras en la medicina española, siguieron encontrando problemas. Esto se puede ver en el hecho de que María Elena Maseras y Ribera, Dolores Aleu y Riera,  Martina Castells y Ballespí, durante sus estudios de doctorado tuvieron que solicitar mediante instancia el poder terminar sus estudios y doctorarse. Al final el rey autorizó a las matriculadas a seguir sus estudios y el pode doctorarse, pero prohibía que se admitiesen más mujeres en estos estudios, lo cual significaba un retroceso en la conquista de derechos por aparte de la mujer, lo cual no impidió que al final, más adelante, la mujer pudiera doctorarse.

         Cuando Dolores Aleu y Riera se convierte en la primera mujer que alcanza el título de doctora en España, aparece la noticia en la prensa, donde se felicitan del hecho y se muestran totalmente a favor. Sin embargo, hay otros que felicitan a las mujeres que obtienen el doctorado pero a la vez se posicionan en contra, no queriendo que el ejemplo cunda y se repita más veces.

         En general se considera que la mujer no debe trabajar pero se permitiría si fuera a causa de fuerza mayor porque algún día le falte el marido.

         Poco a poco pero con paso firme, la mujer se va incorporando a los estudios de medicina y la postura de los que se posicionaban en contra de esto va cambiando hacia  una mayor tolerancia, viéndolo cada vez como algo más normal y justo. Aunque siempre hubo opositores y permaneció un sector resistente que empleaba una serie de términos referidos  a las médicas que eran más que irónicos insultitos, cuando se ve que los argumentos propios no funcionan y que está sucediendo lo contrario de lo que se proclama, no es raro que se comience a hablar con ironía e incluso insultos, cada vez en mayor proporción (aunque parte de este lenguaje ya era utilizado al comienzo del debate como reacción ante lago que no comprendían.

         Para finalizar, decir que la autora del libro en el cual está basado este apartado termina el mismo comentando que la llegada de la mujer a la carrera de medicina fue un proceso de algo que era justo y tarde o temprano tendría que ser reconocido, o al menos aceptado. Es normal estar de acuerdo con que el proceso era justo pero ya no tanto el que tendría que ser reconocido y aceptado, ya que la historia nos muestra procesos fallidos que no cuajan a pesar de que fueran justos, además, en la historia se puede dar el proceso de retroceso, se puede ir en una dirección pero por diversas circunstancias podría ser que en algunas cosas se perdiese lo ya conquistado. Nadie puede garantizar el futuro.




[1] ALVAREZ RICART, Mª C. La mujer como profesional de la medicina en la España del siglo XIX. Barcelona, Anthropos, 1988